NOMBRES PARA UNA CALLE
Arcadia Coworking está en la calle Cuna de Sevilla. Prácticamente en medio de esta calle, una de las más antiguas en esta ciudad de casi 3.000 años.
Con esta idea rondando la cabeza salgo por el portal del número 16 y, en vez de ponerme unas gafas de realidad aumentada, opto por algo más demodé: la imaginación. Cierro los ojos, desaparecen las grises oficinas, las tiendas de moda e incluso las de novia… pero permanece el bullicio del ir y venir de vidas. Comienza nuestro particular viaje en el tiempo.
A tres minutos andando, en la Plaza de la Encarnación – bajo “Las Setas”- se conservan unos increíbles restos de la presencia romana en Hispalis. Los nombres de los lugares que se conservan poseen un poder evocador difícilmente igualable: la Casa de la Ninfa, la Casa de Baco, el Patio del Océano, la Casa de la Columna (con su mosaico de La Medusa), la Casa del Sigma, la Casa de la Noria, el Hospitium de los Delfines… Foros, factorías, casas y patios.
A un minuto de Arcadia tenemos la Iglesia del Salvador, en tiempos de Al Andalus la gran mezquita alhama de Ibn Adabbas. Alrededor de ella crearon los andalusíes del 900 la Alcaicería. Inspiradas en la arquitectura de Bizancio, las alcaicerías constituían un entramado de calles y adarves, en las que se situaban tiendas y talleres. Formaban un auténtico barrio cerrado al exterior, con puertas que se cerraban durante la noche. Sevilla era entonces Isbiliya.
Ya estamos hablando de más de mil años de gentes transitando por aquí en su día a día. Comerciando, charlando, bebiendo, jugando… viviendo.
No es hasta 1248, con la conquista de la ciudad musulmana por parte de las mesnadas de Fernando III, cuando nos encontramos con un nombre para nuestra calle: calle de los Arqueros. Casi nada. Aquí es donde se asientan los arqueros que participaron en el asedio a la ciudad. Me imagino su llegada. Cómo van distribuyéndose por una ciudad que no conocen: franceses, alemanes, italianos, castellanos, cántabros, gallegos, vascos… y musulmanes granadinos.
Con la llegada de la paz se produce una curiosa reconversión industrial: estos arqueros se transforman en carpinteros. De ahí que al menos desde 1384 fuese conocida indistintamente como calle de los Carpinteros o Carpinterías por los artesanos o vendedores de la madera allí asentados. Desde la Edad Media tal es el número de talleres carpinteros que según un documento de mediados del XVI, “la calle está tan ocupada por los bancos de los oficios que no hay quien pase por ella”.
Imaginad el ruido. Tan sólo imaginadlo.
Por esta época, por el 1500, ambos nombres (Carpinteros o Carpinterías) se redujeron al tramo final de la calle (entre calle Acetres y la plaza del Salvador), apareciendo por primera vez el nombre de nuestra calle, la calle Cuna, para señalar el tramo inicial (desde Acetres hasta la calle Laraña). ¿Por qué el nombre de Cuna? Por la presencia de una “casa de expósitos”, es decir, de niños abandonados allí instalada en 1558 (en 1845 este topónimo se extendió a toda la calle).
Rinconete y Cortadillo redivivos. A buen seguro Don Miguel de Cervantes pasó a menudo por aquí durante su estancia de casi 10 años en Sevilla. De hecho estuvo encerrado en la cercanísima Cárcel Real.
Toda la documentación histórica conservada sobre Sevilla atestigua que nuestra calle siempre fue una de las más ajetreadas del centro de esta milenaria ciudad. Foco de comercio, punto de encuentro y zona de tránsito.
Pero fue en el siglo XIX cuando la calle Cuna realmente vivirá su edad dorada. Pero sobre eso ensoñaremos más adelante. He llegado a la plaza del Salvador y es hora de tomar una cerveza.